Temporada 23 de BB - Europeo de Portugal - 1º partido: Macedonia
Nota del autor: esta previa está dedicada a todos aquellos que comparten BB con la siempre dura pero gratificante tarea de ser padres/madres y a todos aquellos hijos que no les queda otra que compartir a su padre/madre con BB en especial a cuatro pitufos: los dos que han inspirado esta historia (mis pequeños vástagos) y a los dos angelitos que hacen que se le caiga la baba a nuestro seleccionador.
Iago, Saúl, es hora de irse a dormir – eran ya pasadas las nueve de la noche, hora en que los dos pequeños de la casa tenian que empezar a pensar en irse a al cama.
Papá, cuentanos un cuento, anda por favor – pidió Iago, el más inquieto de los dos gemelos.
Venga. Es tarde chicos. Lo dejamos para mañana – contar un cuento era lo que menos le apetecía a su padre tras un largo y duro día de trabajo.
Sólo un rato. Uno cortito de aventuras. De esos que tú te inventas, que sabes que nos gustan mucho – dijo Saúl, poniendo sus dos manitas en forma de angelito y la carita de bueno que sólo el sabe poner.
Bueno – cedio su padre sonriendo – Uno corto y os apago la luz para dormir.
Bieeeeen – gritaron los dos.
De dragones y princesas que rescatar – pidio Iago quien ya se estaba emocionando imaginándose protagonista, espada en mano, de alguna de las historias que contaba su padre.
No, Iago. Hoy os voy a contar una historia muy especial. Una historia de unos hombres que acabaron convirtiéndose en leyenda.
Y mientras los dos gemelos se acomodaban en sus camas con sus ojos brillantes, expectantes ante la historia que iban a escuchar, su padre se sentaba en la butaca de los cuentos, como ellos la llamaban, y con una sonrisa de satisfacción al ver la ilusión en la cara de sus hijos, empezó a relatar la historia:
Hace mucho, mucho tiempo, en un reino muy, pero que muy lejano, vivía un hombre sabio y valiente, de nombre Proiencus. Curtido en viejas batallas al servicio del rey había llegado el momento de disfrutar de su familia en la pequeña villa en la que habitaban donde era alguién querido por todos por su caracter afable y cercano. Además de su destreza en las artes de la guerra tenía ciertos conocimientos de Alquimia, ciencia en la que solía emplear su tiempo libre. Y así, disfrutando de sus hijos, de algún que otro experimento que acababa en pequeñas explosiones con el consiguiente enfado de su mujer, que veía peligrar las paredes de su hogar, y de las jarras de hidromiel que saboreaba junto a sus amigos en la taberna, el otrora héroe del reino, vivía un más que merecido y placentero retiro. O eso pensaba él.
Un día mientras estaba buscando la mezcla ideal para mejorar el sabor de un licor que estaba preparando para compartir en la gran fiesta de primavera de la villa, pudo ver como se acercaba a su casa un jinete cuyas ropas lo identificaba como miembro de la guardia personal del rey.
General Proiencus. Traigo un mensaje personal de su masjetad el rey.
En ese momento recordó la última conversación que había tenido con el monarca. Había ocurrido dos años antes, tras la última campaña donde habían conseguido repeler una invasión de los pueblos bárbaros. Allí con el sudor todavía en sus frentes y empuñando aún sus espadas, el rey le concedía a Proiencus el ansiado retiro que llevaba buscando desde algún tiempo.
"Recuerda, sin embargo, que tienes un juramento hecho a tu rey y si algún día necesito tu servicio, ten por seguro que lo volveré a hacer", fueron las últimas palabras que escucho al monarca.
Estaba claro que ese momento parecía haber llegado tras comprobar que en la misiva tan sólo estaba escrita la siguiente frase:
"Este reino necesita a su general."
Esta vez no era como otras veces y el despedirse de su mujer y sus hijos se le hizo más duro que nunca. Cogió su cota de malla, su casco, su escudo y su espada y puso rumbo al castillo del rey.
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET