Crónica del Año 15 de la era Buzzerbeatiana
Tras años de dominar Europa y el Mundo, el todopoderoso ejercito romano viene de sufrir la más humillante derrota de su historia, una derrota en tierras helvéticas que supuso el fin de la tiranía con la que estaban dominando BB. Sin embargo, heridos en su orgullo, buscan volver a ocupar el lugar que, según sus creencias, los dioses les tienen asignados. Así, han retado a todos los grandes guerreros de las tribus europeas a acudir al gran Coliseum de Roma para dirimir quien es el más poderoso de los ejércitos del continente. Poco a poco, y jaleados por la población romana, deseosa de ver este tipo de espectáculos, van llegando a la capital del imperio los diferentes guerreros que van a participar en estos particulares “juegos”: los irreductibles galos, los poderosos germanos, las diferentes tribus eslavas del Oriente de Europa, las pueblos procedentes de la Britania, etc. Ya están todos en Roma. No, todos no. Unos guerreros todavía no han llegado. Se trata de los hispanos. Una mezcla de los distintos pueblos de la Península Ibérica (excepto los lusitanos que han acudido por su cuenta) que ya han hecho morder el polvo a las legiones romanas en diferentes ocasiones. Todos se extrañan. Están a punto de comenzar los juegos y todos saben que los hispanos no se esconden nunca.
De repente, lo que hasta ese momento eran vítores y júbilos por parte de los ciudadanos romanos, se convirtió en silencio. Todos los guerreros salieron a ver que pasaba. Al mirar a la gran avenida, que finalizaba su recorrido en el Coliseum, pudieron ver un pequeño grupo de hombres andando ante la mirada de los allí congregados. A su paso se podía ver en los espectadores de aquella particular marcha, una mirada mezcla de miedo, respeto y asombro. Eran ellos. Eran los hispanos. Su fama había traspasado fronteras. Se hablaba de un grupo de guerreros temidos que no solían tener piedad de sus enemigos. Incluso las leyendas decían que contaban con poderes sobrenaturales y que se convertían en animales durante la batalla. Nunca en Roma se habían creído esos cuentos, pero ahora a más de uno le pareció ver alguna mirada felina en sus rostros o la fuerza de un oso en alguno de sus brazos.
Ese respeto llegó también hasta el resto de participantes. Incluso a los legionarios romanos, encabezados por su gigante Turbato, no les quedó más remedio que rendirse ante la magestuosidad de ese pequeño grupo de valientes. Ni que decir tiene que a los austriacos, una tribu vecina de los germanos, y primer rival en los juegos de los hispanos, se les ponía un nudo en la boca del estómago, mientras intentaban disimular con una mirada desafiante el respeto que les causaba ese grupo de experimentados guerreros. “¿Donde hay que luchar?”, fue la única frase que salió del líder de los hispanos dirigiéndose a uno de los organizadores de los juegos.
Cuando estaban listos y mientras escuchaban los gritos jaleantes del público que abarrotaba las gradas, el lider se agachó, cogió un poco de arena entre sus manos y se las froto. El resto del grupo imitó su acción. Una vez terminado el ritual se dió la vuelta y les dijo: “Compañeros. Fuerza y Honor”. La voz de todos los guerreros se unió en una única voz que hizo retumbar todos los cimientos del Coliseum al grito de: “FUERZA Y HONOR”
Un sentimiento, unos colores, una pasión: CHORIMA BASKET